VATICANO, 30 Mar. 14 / 06:45 am -
Al
presidir hoy en rezo del Ángelus dominical ante los fieles congregados
en la Plaza de San Pedro, recordando el Evangelio de hoy, en que un
ciego es curado por Jesús, el Papa Francisco aseguró que el Señor nos
espera siempre, para hacernos ver mejor y darnos más luz, y perdonar
nuestros pecados.
El Santo Padre indicó que “el Evangelio de hoy nos presenta el episodio
del hombre ciego de nacimiento, a quien Jesús dona la vista. El largo
relato- ¡es largo!- inicia con un ciego que comienza a ver y si concluye
-esto es curioso- con los presuntos videntes que continúan
permaneciendo ciegos en el alma”.
“El milagro es narrado por Juan en apenas dos versículos, porque el
evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino
sobre aquello que ocurre después, sobre las discusiones que origina.
También sobre las habladurías, ¿no? Tantas veces una buena acción, una
obra de caridad origina habladurías, discusiones porque hay algunos que
no quieren ver la verdad”.
Francisco señaló que “el evangelista Juan quiere atraer la atención
sobre esto que también ocurre en nuestros días, cuando se cumple una
acción buena. El ciego curado es en primer lugar interrogado por la
multitud sorprendida- han visto el milagro y lo interrogan; luego por
los doctores de la ley; y éstos interrogan también a sus padres”.
“Al final el ciego curado llega a la fe, y ésta es la gracia más grande
que le viene dada por Jesús: no sólo poder ver, sino conocer a Él, ver a
Él, como ‘la luz del mundo’”.
El Papa apuntó que al mismo tiempo que “el ciego se acerca gradualmente a
la luz, los doctores de la ley al contrario se hunden cada vez más en
su ceguera interior. Encerrados en su presunción, creen tener ya la luz;
por esto no se abren a la verdad de Jesús”.
“Ellos hacen todo lo posible por negar la evidencia. Ponen en duda la
identidad del hombre curado; después niegan la acción de Dios en la
curación, tomando como pretexto que Dios no obra el sábado; llegan
incluso a dudar que aquel hombre hubiese nacido ciego. Su cerrazón a la
luz se vuelve agresiva y desemboca en la expulsión del hombre curado del
templo. Expulsado del templo”.
El Santo Padre señaló que “el camino del ciego en cambio es un camino
por etapas, que parte del conocimiento del nombre de Jesús. No conoce a
otro que a Él; de hecho dice: ‘Ese hombre que se llama Jesús hizo barro,
lo puso sobre mis ojos’. Como consecuencia de las insistentes preguntas
de los doctores, primero lo considera un profeta y después un hombre
cercano a Dios”.
“Luego que ha sido alejado del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo
vuelve a encontrar y le ‘abre los ojos’ por segunda vez, revelándole la
propia identidad: ‘Yo soy el Mesías’, le dice. A este punto aquel que
había sido ciego exclama: ‘¡Creo, Señor!’, y se inclina ante Jesús .
Este es un relato del Evangelio que hace ver el drama de la ceguera
interior de tanta gente: también nuestra gente ¿eh?, porque nosotros
tenemos, algunas veces, momentos de ceguera interior”.
Nuestra
vida, dijo el Papa,
“es parecida a aquella del ciego que se ha abierto a la luz, que se ha
abierto a Dios y a la gracia. A veces, lamentablemente, es un poco como
aquella de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo
juzgamos a los demás, y ¡hasta al Señor! Hoy, estamos invitados a
abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto a nuestra vida, para
eliminar los comportamientos que no son cristianos: todos somos
cristianos, pero todos nosotros, todos ¿eh?, tenemos algunas veces
comportamientos no cristianos; comportamientos que son pecados ¿no?”.
“Y debemos arrepentirnos de esto y eliminar este comportamiento para
caminar decididamente sobre el camino de la santidad, que tiene su
inicio en el Bautismo, y en el Bautismo hemos sido iluminados, para que,
como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como ‘hijos de la
luz’, con humildad, paciencia, misericordia. Estos doctores de la ley no
tenían ni humildad ni paciencia ni misericordia”.
“Hoy les sugiero, cuando regresen a casa, tomen el Evangelio de Juan y
lean aquel pasaje del capítulo 9: y esto les hará bien, porque así verán
este camino de la ceguera a la luz y aquel otro camino malo hacia una
ceguera más profunda”.
Francisco alentó además a preguntarnos a nosotros mismos “¿cómo es
nuestro corazón? ¿Cómo es mi corazón?, ¿Cómo es tu corazón? ¿Cómo es
nuestro corazón? ¿Tengo un corazón abierto o cerrado hacia el prójimo?
Tenemos siempre en nosotros alguna cerrazón nacida del pecado, nacida de
los errores: no tengamos miedo, ¡no tengamos miedo!”.
“Abrámonos a la luz del Señor: Él nos espera siempre. Él nos espera
siempre. Para hacernos ver mejor. Para darnos más luz, para perdonarnos.
No se olviden de esto: Él nos espera siempre”.
“Confiemos a la Virgen María el camino cuaresmal, para que también
nosotros, como el ciego curado, podamos con la gracia de Cristo “venir a
la luz”, ir más adelante en la luz y renacer a la vida nueva”,
concluyó.
Fuente: ACI Prensa